Conectar con la humanidad compartida: Una lección de los estoicos para el presente

Descubre cómo aplicar el estoicismo para conectar con la humanidad compartida. Este artículo explora cómo reconocer nuestras emociones en los demás, cultivar la empatía y transformar las interacciones cotidianas en actos significativos. Aprende a crear conexiones genuinas y enriquecer tus relaciones a través de la filosofía estoica.

Alma Estoica

12/20/20245 min leer

Hace unos días hemos hecho una publicación explicando el sentido de la empatía activa que se aplica en el estoicismo, y mencionamos un concepto. El de "conectar con la humanidad compartida". Ya que queríamos desarrollarlo aparte, aprovecharemos para utilizar algo que me sucedió ayer, durante la tarde.

Mientras esperaba en la fila de una cafetería, observé cómo una mujer mayor dejaba caer accidentalmente su bolso. En cuestión de segundos, varias personas a su alrededor se inclinaron para ayudarla. Este pequeño gesto, aparentemente insignificante, me recordó este principio esencial del estoicismo: la humanidad compartida. Esa conexión profunda que, pese a nuestras diferencias, nos une en lo esencial.

Los estoicos, con su sabiduría atemporal, enseñaron que la humanidad es como un vasto cuerpo. Cada uno de nosotros es una célula en ese organismo, y nuestras acciones (por pequeñas que parezcan) pueden influir en el bienestar del todo. Marco Aurelio, en sus Meditaciones, escribía: “Lo que no es bueno para la colmena, no es bueno para la abeja”. Este mensaje no solo era un recordatorio de la importancia de actuar en armonía con los demás, sino también una invitación a reconocer nuestra interdependencia.

¿Qué significa conectar con la humanidad compartida?

Conectar con la humanidad compartida implica reconocer que, más allá de las apariencias, todos enfrentamos luchas internas similares, compartimos deseos universales y buscamos sentido en nuestras vidas. Esta idea tiene raíces profundas en el estoicismo, que nos anima a vernos como ciudadanos del mundo, miembros de una comunidad universal.

En un mundo que muchas veces parece fragmentado, esta filosofía cobra aún más relevancia. ¿Cómo podemos aplicarla en nuestra vida diaria? A través de pequeños gestos que reflejen empatía y comprensión.

1. Reconocer nuestras emociones en los demás

Piensa en la última vez que viste a alguien llorar en público. Tal vez fue un desconocido en el parque, en la calle, en un local. Muchas veces esto hace sentir incomodidad. ¿Nunca pensaste en acercarte y preguntar si podías hacer algo?. No tienes porqué ser la solución a su problema, pero pueden ser alguien que alivie un momento difícil. Los estoicos practicaban la empatía activa, recordando que las emociones humanas no nos son ajenas.

2. Dar (siendo razonable) sin esperar nada a cambio

Séneca decía que la verdadera riqueza está en dar. Ayudar a alguien con las bolsas de compras, pagar el café de alguien qu veas que lo está necesitando, simplemente conversar con alguien o bien acercarte a quien sabes que es excluido. Esto puede dar un propósito a tu día, y aliviar a alguien que puede estarlo necesitando, y no sabe como pedir ayuda. 

3. Entender antes de juzgar

El juicio apresurado es un obstáculo para la conexión humana. Marco Aurelio invitaba a detenernos y reflexionar: ¿Qué circunstancias llevan a esta persona a actuar de esta manera?.

En una discusión, en lugar de reaccionar impulsivamente a las palabras de alguien (algo que sólo agravará más la situación), intenta calmar la situación adoptando una perspectiva más conciliadora. Pregunta con calma: “¿Por qué piensas eso?” , "¿Puedes explicarse exactamente que es lo que te enoja?", "¿Qué debería ser diferente para que esto no te moleste?". De esta manera se abre el diálogo y pueden conciliarse opiniones o bien entender los motivos raíces de los problemas. Luego, pudiendo exponerse las razones y motivos, podrá llegarse a un acuerdo o no, pero habrá sido mucho más productivo.

¿Cómo dominar la práctica de conectar con la humanidad compartida?

1. Cultiva la atención plena (prosoché)

La atención plena, un concepto central en el estoicismo, nos ayuda a estar presentes y conscientes de nuestras acciones. Cuando escuchas activamente a alguien, sin distracciones, estás practicando la humanidad compartida.

Práctica diaria: Dedica 10 minutos al día para observar a las personas a tu alrededor, no con juicio, sino con curiosidad. Nota cómo sus gestos, expresiones y acciones reflejan sus emociones.

2. Recuerda tus propias vulnerabilidades

Los estoicos aconsejaban recordar que nadie es perfecto. Aceptar nuestras propias debilidades nos permite ser más compasivos con las de los demás. No significa que todos deban caerte bien o agradarte, sino entender los posibles motivos de manera concreta y reflejarlos en ti.

3. Encuentra lo universal en lo individual

Cada persona con la que interactúas tiene una historia única, pero también comparte contigo deseos básicos: querer contar con amistades, respetado, querido y comprendido en su individualidad. Este entendimiento es la base de cualquier conexión genuina.

Cómo aplicar el estoicismo para mejorar nuestras interacciones sociales

El lenguaje no verbal y las pequeñas acciones son herramientas poderosas para reforzar este principio:

  • Un contacto visual sincero: Demuestra atención y respeto hacia la otra persona.

  • Una sonrisa auténtica: Puede romper barreras emocionales incluso en los momentos más tensos.

  • Un gesto de ayuda espontáneo: Refleja la esencia de actuar por el bien común.

Ejemplo práctico: Imagina que asistes a una reunión social. Notas a alguien que parece apartado. En lugar de ignorarlo, decides incluirlo en la conversación. Esa pequeña acción puede ser el punto de inflexión en su día, o incluso en su percepción de pertenencia.

El impacto de conectar con la humanidad compartida

Practicar esta conexión no solo nos transforma a nivel individual, haciéndonos más empáticos y conscientes, sino que también fortalece el tejido social. Como decía Epicteto: “Somos parte de algo más grande que nosotros mismos”. Cuando actuamos con esa verdad en mente, nuestras relaciones se enriquecen y nuestra vida adquiere un nuevo sentido de propósito.